Sólo lo que se hace con pasión perdura, por eso trato siempre de ilusionarme en el trabajo de persona como si fuera para mí. Las parejas, madres, todas las personas que sienten esa implicación, las que observan en mis fotografías algo especial, me permiten tener la libertad de crear, de capturar de forma mágica y artística sus momentos. En estos tiempos en que “todo vale” es difícil luchar contra corriente, pero sé bien que la fotografía no es hacer cualquier cosa y que alguna gente no distinga entre una fotografía con pasión y sentimiento de otra hecha de cualquier manera y con el mínimo esfuerzo, no quiere decir que bajemos la guardia. Al contrario, se trata de superarnos. Yo trato de entregarme al máximo con cada cliente, y el trato ya no se basa en una exigencia para con el profesional, sino una confianza plena que otorga una responsabilidad enorme, la de no perder detalle de ese momento y plasmarlo REALMENTE de forma elegante y con naturalidad.
Cada cliente es diferente. Mucha gente se conforma con cualquier cosa, y otra no sabe distinguir entre un trabajo hecho por dinero y otro hecho con el corazón. Mi mayor satisfacción es cuando un cliente se acerca a mí y me dice la frase: “Es justo lo que estaba buscando, me encanta”. Y lo es porque es como un encuentro, y tomo esa responsabilidad para no fallar. Este trabajo consiste y se basa en saber elegir, porque ese momento, ese día es irrepetible, y no hay vuelta atrás. Son tantas las parejas que por no buscar bien pierden para siempre su día. Es muy triste, y por ello me esfuerzo más aún en dar lo mejor de mí.
Para mí no todas fotografías son iguales. Antes que nada, como he explicado, porque las personas que confían en mí son muy especiales y eso se nota en los resultados, pero también porque si puedo hacer algo porque todo salga mejor, es mi obligación y mi ilusión que así sea.